Hacer filosofía no consiste en resolver problemas abstractos, sino en mejorar nuestra forma de vivir con el fin de ayudarnos a reorientar nuestra vida y a volver a aprender a ver el mundo.
Esto quiere decir, como es obvio, que la filosofía es una práctica, es algo que nos cambia; en el sentido de que da un giro a nuestro modo de ser, le da “un cambio de dirección” a nuestra vida cotidiana, ya que busca producir nuevas capacidades y un modo de actuar distinto y mejor.