¿Qué es el amor platónico? La sabiduría popular llama al amor platónico aquel que no se concreta, que es imposible. Surge cuando dos personas se reconocen, se dirigen frecuentes miradas pero no se atreven mutuamente a declararse su amor.

Mas, ¿es por simple timidez, o por algo más? ¿no será que, al despertarse el amor dentro nuestro somos conscientes de nuestros defectos e imperfecciones, y de alguna manera nos sentimos indignos de la persona amada? Así, el amor platónico levanta en nosotros la capacidad y el anhelo de ser mejores, de corresponder a la belleza interior que percibimos en el otro ser humano

El amor, no es simplemente la necesidad de satisfacer un deseo, sea físico, sentimental, etc., pues cuando un deseo se cumple, queda satisfecho y muere. El amor tiene sueños de eternidad, y cuando muere un amor de alguna forma muere algo dentro de nosotros. El amor es la manifestación de una profunda necesidad de unión, un recuerdo del alma más allá de lo físico, de lo sensual y también de lo mental. El alma del hombre se siente sola, se siente incompleta, y busca aquello que le falta. El amor es una luz interior que lleva al hombre hacia la perfección perdida, hacia la completura.

Sin embargo, en nuestra época actual, tal liberal en costumbres, hay una carencia bastante grande de AMOR, así, con mayúsculas. ¿Por qué? Una de las causas quizás sea el gran egoísmo existente. Queremos ser amados, pero no amar. Pensamos que amar es algo relativamente sencillo, y que lo difícil es encontrar un persona que sea digna de nuestro amor. Esta postura es contradictoria. Imaginemos un aprendiz de pintor que se negara a hacer prácticas, y dijese que él ya sabe pintar, pero que no puede hacerlo porque no encuentra un paisaje lo suficientemente hermoso para plasmarlo en un lienzo. Pues lo mismo nos sucede a nosotros cuando tratamos de amar.

El amor es un arte, debe aprenderse y ejercitarse. Sobre todo debemos comprender que el amor es fundamentalmente dar, no recibir. Es una expresión de la fuerza y de la potencia de nuestra Alma. Lamentablemente, en nuestra sociedad de consumo se fomenta el punto de vista contrario, se busca la felicidad en comprar y poseer cosas, y por extensión en poseer a otros seres humanos, donde las personas cuando se aman lo hacen de una manera posesiva, queriendo dominar y someter al otro, como si lo estuviésemos consumiendo, como si fuese un artículo que podemos comprar y después tirar. Sin embargo, el hombre es una finalidad en sí mismo, no es un medio que podamos usar para nuestro placer.

Nuestra alma se siente huérfana, y el anhelo de amor sigue latiendo en el corazón de todo hombre, y cuando no se puede realizar, surgen una serie de sustitutos, aparentemente parecidos al amor pero muy alejados de él.

El más evidente quizás sea el placer desmesurado, la búsqueda continua de nuevas sensaciones y diversiones que embotan nuestra conciencia y la hacen sentirse feliz, pero la felicidad que provoca no es duradera, y de nuevo vuelven a buscarse nuevos placeres y diversiones cada vez más excitantes; de ahí la profusión de drogas, de alcohol y de "marcha" que pide la gente.

Otro sustituto es el mimetismo, hacer lo que hacen los demás, sentir como ellos, pensar como ellos, y de esa forma al ser todos idénticos aparentemente estamos unidos. La manía del hombre moderno por estar a la moda y no separarse del rebaño es la expresión más fuerte de este sustituto. Pero de esta forma dejamos que otros sean dueños de nuestra vida, no vivimos. También aparece en la entrega compulsiva al trabajo o a un hobby o afición, donde en realidad se está huyendo de sí mismo.

Si realmente queremos aprender a amar, y recordemos que el amor es un arte, debemos antes desarrollar en nosotros una serie de cualidades, de la misma forma que una persona que quiere aprender el oficio de un albañil comienza trabajando de peón, antes de amar debemos educar en nosotros el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. Cuidar a una persona, ser responsable de su desarrollo, que no se producirá tal como nosotros queremos, sino de acuerdo a la voluntad íntima de ella, respetarla, conocerla, en definitiva, amarla. En una cultura como la nuestra, donde esas virtudes son dificilísimas de encontrar, es natural que la capacidad de amar se encuentre inhibida, y que el hombre moderno sea tan egoísta.

Platón dedica uno de sus diálogos al Amor. Para el gran filósofo griego, el objetivo del amor es la producción de belleza. Todos los cuerpos, una vez llegados a la perfección, desean perpetuarse. Para ello buscan el amor. Pero según el grado material de belleza que posean, así será el tipo de amor que persigan. Los que busquen la belleza en los cuerpos sensibles, buscarán el amor sensible en los cuerpos. Pero aquellos que se eleven sobre la materia, buscarán el amor espiritual, el amor de las almas y de aquello que es afín a todas las almas, la Belleza interior. Ese debe ser entonces el objetivo del verdadero amante, del filósofo, de aquel que ama la Sabiduría.

¿Qué mapa podemos usar para realizar ese viaje, o simplemente estamos limitados por nuestras fuerzas y nuestras intuiciones? Realmente existe un mapa, en todas las épocas los seres humanos han tratado de realizar este viaje interior, y sus aventuras y hazañas han quedado plasmadas en una palabra hoy mal entendida, por tener un matiz intelectual; la Filosofía, entendida como Amor a la Sabiduría, no como una memorización estéril de lo que pudo decir Platón, Aristóteles, San Agustín o Kant. Una vez que tengamos el valor de viajar por dentro, de conocernos a nosotros mismos tal como somos, seremos filósofos, y estaremos en marcha, viviendo, actuando y trabajando como verdaderos seres humanos y no como simples partes de un sistema.

Habibi.

 

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